jueves, 6 de febrero de 2014

Cuando el medio ambiente es un obstáculo para la economía

El medio ambiente es un entretenimiento para cuando no hay preocupaciones verdaderas, como el dinero, el dinero o el dinero. Así lo deben pensar los políticos y así queda retratado día a día durante esta inventada crisis. El último en demostrarlo, David Cameron, primer ministro británico, que pretende eliminar o modificar hasta 3.000 normas ambientales que estorban a las economías de las empresas. Esta medida le supondrá a las pymes, según Londres, un ahorro de 850 millones de libras al año.




Cameron asegura que, con esta decisión, no se verá comprometida la protección ambiental básica, algo de lo cual su gobierno hizo bandera al comienzo de la legislatura, autoproclamándose el más verde de la historia del país anglosajón. Sin embargo, el anuncio se suma a las críticas recibidas por la coalición gubernamental tras suavizar los requisitos para construir en zonas verdes.

De ser cierto que el medio ambiente no quedará desprotegido, significaría que la normativa ambiental británica necesitaba una profunda revisión y estaba llena de “normas ridículas”, como el propio dirigente las definió. David Cameron asegura que muchas de estas leyes están obsoletas y es hora de acabar con ellas.

Y es que para las industrias británicas debe ser una auténtica lata tener que preocuparse por los niveles de emisión de sus fábricas, el ruido de sus obras o los impactos que sus actividades puedan provocarle a los animales o al medio en el que tienen lugar. Y para colmo, muchas de estas normas suponen sanciones al incumplimiento de sus criterios. Válgame.


Además, no solo hablamos de pagar una multa cuando se contamina por encima de lo establecido, hay que pensar en las medidas preventivas, como pueda ser la instalación de filtros o sistemas de depuración de gases, el aislamiento de las zonas más ruidosas o las molestas inspecciones para determinar si todo está en orden.

Esto no viene más que a confirmar que el medio ambiente es un capricho para el sistema capitalista y, en esta crisis que el propio sistema ha provocado y de la que pretende salir con medidas no capitalistas, como las intervenciones estatales, no hay lugar para gastos tontos. Si los ejecutivos han dejado de pulirse el dinero en yates, mansiones y otros lujos, ya sabéis, “por la crisis”, no van a permitir que sus empresas tiren miles de euros en caprichos que ni siquiera son suyos, sino de los ecologistas.


Qué sabrán ellos de economía, el sistema en la actualidad no se puede permitir pensar en si la actividad industrial provoca la muerte de unos animales o si los gases emitidos a la atmósfera destruyen unas (económicamente) improductivas plantas. Ya habrá tiempo, cuando se pase la crisis y volvamos a gastar dinero de forma descontrolada, de pensar en el medio ambiente.

El problema es que el planeta no concede prórrogas. Las emisiones atmosféricas, la contaminación del suelo y las aguas, la aniquilación de especies, la deforestación, la sobreexplotación de los recursos naturales, todo sigue aumentando y causando cada vez más efectos negativos. No podemos actuar cuando nos convenga, hay que hacerlo cuando sea necesario y el momento es ahora, es más, hace mucho tiempo que es el momento de actuar. Si seguimos sin hacerlo y, peor aún, retiramos las pocas y leves iniciativas para salvaguardar la salud del planeta, llegará un día en que nos queramos arrepentir y ya sea tarde.

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